Hay pueblecitos malagueños en los que nos quedaríamos a vivir por siempre. Pueblecitos en donde los abuelos asisten a los nietos a meter las bicicletas dentro al anochecer, y cocinan con las puertas y las ventanas abiertas.
mayo 2020
Donde se sientan a ponerle palabras a los días a las puertas de las casas. Sube y baja por sus cuestas centenarias, angostas, equipadas de casas de cal con puertas turquesa. Limpio, muy, muy blanco y curioso. De muros irregulares y puertas desde las que se ven muebles de los de antes.
Con galerías de arte sin presunciones, restaurantes recoletos, suelos de piedra, una muralla que el día de hoy prácticamente es anecdótica y que reina todavía sobre el amplio espacio que aparta el litoral del Estrecho de la Serranía de Ronda.
El Restaurante Sarmiento está en las afueras del pueblo, a un paseito de 5 minutos. Esa es la vista irreal de la que disfrutaremos desde la mesa desde este restaurante decorado con arcadas de patio andalusí y gusto caluroso y moderno.
Es el restaurante de Miguel y Juan Diego Hernández Sarmiento, 2 hermanos casareños que salieron de su tierra para aprender con los mejores de la hostelería europea y han vuelto ahora al restorán familiar, dándole una vida nueva desde mayo de este año.
El término culinario de Sarmiento vira primordialmente en torno a la reinterpretación de platos tradicionales de la gastronomía andaluza. De este modo, los chicharrones de panceta ibérica se preparan con lima, las croquetas de pringá llevan infusión de hierbabuena.
Lo mismo sucede en el bar, cuya carta de cócteles es asimismo una original reinterpretación de los tradicionales con toque local, cuyos tragos pueden ser acompañados de una oferta gastronómica fría, ‘de picoteo’, concebida para compartir.
Las mañanas en Finca Cortesín amanecen con vistas a la montaña, y, si el día es claro, asimismo al mar. Nos sorprende la piscina, tradicional, gigante y también impresionante. En el Jardín de Lutz, entre olivos centenarios y mesas que guardan el encanto de un secreto bistró francés, se sirve el desayuno a la carta.
Lujo de ‘country club’ en Finca Cortesín Finca Cortesín
Al mediodía, bajo el sol que reluce a lo largo de trescientos días por año, nos solazamos, indolentes, y también hidratados a base de jugos naturales y cócteles de autor. A la hora de comer vamos a tomar algo ligero y sabroso en el restaurant de la piscina.
En sus patios palaciegos te vas a sentir como un sultán.
En la agradable biblioteca, tomas el té de las 5, y después a desperezarse en las aguas del spa, en cuya piscina cubierta de techos altos y providenciales nos vamos a sentir una parte de la jet set de los alegres veinte. La del bienestar más profundo, en apenas unos minutos, en el momento en que te tumbes en la sala de masajes.
Por otro, Kabuki Raw, el restaurante estrella Michelin el chef Luis Olarra realiza platos únicos surgidos del encuentro entre las etnias nipona y mediterránea, usando para esto los mejores pescados y mariscos y productos orgánicos de la huerta del hotel.
Y a apenas un kilómetro la playa de Casares. Allá, entre chapuzón en el mar y en la piscina, cocina mediterránea, carta de cócteles, caprichos y también indulgencias al gusto.
Origen: Coqueto, orgulloso, serrano: escapamos a Casares, el auténtico pueblo andaluz