¿Y si el futuro del fútbol estuviera en Málaga?

¿Y si el futuro del fútbol estuviera en Málaga? La ROSALEDA que soñó con el Mundial y el modernismo

La Nueva Rosaleda no es solo un estadio. Es una promesa envuelta en hormigón y vidrio, una apuesta millonaria por el prestigio, la arquitectura del deseo y la pulsión futbolera de una ciudad que quiere estar en boca de todos. ⚽✨

Hace tiempo que en Málaga se escucha un runrún extraño entre los cimientos de La Rosaleda. No es el eco de los goles del pasado ni el rugido habitual de una afición sufridora. Es algo más profundo, más inquietante. Un sueño moderno y brillante, como los que se tienen cuando uno se queda dormido viendo un documental de Zaha Hadid. Se llama La Rosaleda 2030 y viene con la ambición de convertir a Málaga en sede mundialista, referente arquitectónico y templo polivalente del espectáculo global. Y eso, como casi todo lo grande, empieza con derribos, presupuestos y promesas a medio construir.

Pero también empieza con un anhelo: que el balón no sea solo redondo, sino futurista.

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Origen: La nueva Rosaleda: Este será el moderno estadio del Málaga

El estadio donde el pasado se demolerá con estilo

En este plan, de nombre tan de ciencia ficción como «La Rosaleda 2030», hay una mezcla extraña de nostalgia y ambición. El estadio actual será demolido parcialmente —con su campo anexo y ese edificio auxiliar donde los jugadores comen y almacenan su fe en ascensos imposibles— para hacer sitio a una criatura nueva. Una criatura que, si sale como lo han dibujado los arquitectos de Morph, tendrá piel de acero, nervios de vidrio y un techo retráctil que parece salido de un catálogo de ovnis escandinavos.

Dicen que tendrá 45.000 asientos, un 33% más que ahora. Pero también tendrá algo más difícil de contar: esa cosa indefinible que tienen los lugares donde ocurren milagros.

Claro que todo eso cuesta dinero. Y no poco: 271 millones de euros. La cifra suena tanto a distopía económica como a presupuesto de película épica. Comparable al Metropolitano, más cara que San Mamés. Pero esta vez no se trata solo de cifras, sino de simbolismo: Málaga quiere su sitio en la historia, en la FIFA, en Google Maps.

«No es un estadio, es una declaración de intenciones»

Pero también es un reto técnico. El Guadalmedina susurra a pocos metros y la vía urbana gruñe por la falta de espacio. Así que hubo que hacer estudios geotécnicos —tierra removida, suelos analizados— como si La Rosaleda fuera una mina de diamantes. Y tal vez lo sea.

¿Y si el futuro tiene forma de puente?

El estadio será el corazón, sí, pero el cuerpo es más grande. Alrededor se tejerá una nueva piel urbana: una plaza-puente sobre el río Guadalmedina, una especie de plaza flotante que conectará Ciudad Jardín y Palma-Palmilla como si Cupido, en vez de flechas, disparara arquitecturas.

Este paso elevado servirá como espacio público, ruta de evacuación y metáfora de unión. Y costará más de 14 millones. Porque aquí todo es grande. Hasta los parkings.

También se planean 8.000 metros cuadrados de plaza pública, árboles que darán sombra a quien no vaya al fútbol y asientos para los que prefieran mirar la ciudad en vez del marcador. Es una intervención quirúrgica sobre la Málaga del mañana. Una cirugía plástica que, como todas, promete belleza… pero exige sacrificios.

Las aulas también tiemblan

El IES Guadalmedina desaparecerá bajo el peso del nuevo estadio. Literalmente. Sin plan B claro, con cientos de alumnos y profesores sin saber muy bien a dónde irán a parar. Y no, no es una metáfora sobre la educación en España. Es una excavadora con fecha de entrada.

También el IES La Rosaleda sufrirá las obras, porque al futuro no le gusta detenerse en la entrada de los colegios. Las administraciones tendrán que inventar soluciones que aún no tienen nombre, ni presupuesto, ni consenso. Mientras tanto, el ruido de las máquinas se mezcla con el del desconcierto.

«Para construir el futuro, primero hay que mover los pupitres»

El estadio nómada que acogerá al Málaga

Mientras se deshace la vieja Rosaleda, el Málaga CF jugará en el Ciudad de Málaga, un estadio de atletismo que será adaptado con gradas modulares y cierto romanticismo improvisado. Habrá que meter 25.000 almas futboleras en una instalación que nació para carreras y que ahora será campo de batalla semanal.

Las obras de adaptación costarán más de 22 millones y deben estar listas para la temporada 2026/2027. ¿El mayor reto? Que parezca un estadio de fútbol sin dejar de ser pista de atletismo. Un truco de magia arquitectónica que solo se ve en ciudades donde la imaginación es más grande que el presupuesto.

La coreografía del dinero

La financiación es un baile a tres: Ayuntamiento, Diputación y Junta de Andalucía pondrán casi a partes iguales los 271 millones. Primero poco, luego mucho, luego todo. Un crescendo económico que culminará justo antes del Mundial. Como esas sinfonías que suben, suben… y de repente suenan a himno.

Pero también se quiere atraer inversión privada, como quien busca un mecenas para un sueño. Capital que compre butacas VIP, derechos de nombre, espacios multiusos. Que ponga dinero y obtenga rentabilidad, pero sin dejar de lado la esencia de barrio que siempre tuvo La Rosaleda. Eso sí que será complicado.

«Una ciudad que no invierte en espectáculo, invierte en silencio»

Cuando el fútbol se hace arquitectura y la arquitectura se hace relato

La Nueva Rosaleda no es solo un estadio. Es una excusa para imaginar. Un símbolo de hasta dónde puede llegar una ciudad cuando deja de mirar el retrovisor. Y también una advertencia: que el futuro, por bonito que sea, tiene costes invisibles.

Habrá más gradas, más pantallas, más zonas VIP. Pero también habrá más tráfico, más obras, más promesas por cumplir. La Málaga que salga de todo esto no será la misma que empezó el viaje. Será más alta, más ambiciosa… y, con suerte, más feliz.

“Quien no construye su estadio, acaba jugando en el de otro”

“Los estadios no se heredan, se reinventan” (Frase de un arquitecto en un bar de Martiricos)

“El que algo quiere, algo entierra… aunque sea un instituto” (Refrán no tan tradicional)

¿Y tú, crees que el futuro cabe en 45.000 asientos?

¿Puede un estadio cambiar una ciudad? ¿Puede el fútbol transformar un barrio, conectar dos márgenes, derribar muros invisibles? ¿Podrá Málaga estar a la altura del Mundial, de sus sueños y de su propio reflejo en los renders digitales?

Quedan años para saberlo. Pero algo es seguro: el balón ya está en juego. Y esta vez, la jugada es de arquitectura.

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