Las inspecciones subacuáticas han adquirido un papel esencial en sectores estratégicos como la industria naval, la energía, el mantenimiento portuario, la minería y las obras hidráulicas. La incorporación de robótica submarina, sensores y cámaras de alta resolución ha permitido alcanzar zonas de difícil acceso, optimizar tiempos de evaluación y reducir los riesgos para los equipos humanos. Actualmente, más del 70 % de los monitoreos técnicos en entornos sumergidos en Europa se realizan con vehículos operados remotamente, conocidos como ROV (Remotely Operated Vehicle), lo que refleja un cambio sustancial en la forma de abordar estas tareas.
La inspección subacuática permite detectar con precisión desgastes, fisuras, corrosión, obstrucciones o desplazamientos en estructuras sumergidas. Se aplica tanto en instalaciones industriales como en infraestructuras civiles, desde plataformas petrolíferas hasta presas, conductos, represas o buques. Estas tareas se realizan con fines preventivos o correctivos, y son clave para garantizar la operatividad, evitar accidentes y planificar mantenimientos con menor impacto económico y ambiental. En algunos casos, también se utilizan para estudios científicos o arqueológicos, análisis ambientales y monitoreo de ecosistemas en zonas costeras o lacustres.
Los vehículos submarinos no tripulados son los principales protagonistas del cambio tecnológico en esta actividad. Equipados con sistemas de navegación, posicionamiento y cámaras de alta definición, permiten realizar recorridos detallados, incluso a grandes profundidades o en entornos con escasa visibilidad. Algunos modelos incorporan brazos manipuladores para recolectar muestras o intervenir sobre elementos mecánicos. La tecnología ha avanzado hasta permitir transmisiones en tiempo real, almacenamiento en la nube y análisis automatizados con inteligencia artificial.
Los controles robóticos no solo ofrecen mayor seguridad, al evitar la exposición directa de buzos a entornos riesgosos, sino que también reducen costos operativos. La duración de una inspección tradicional con buzos especializados puede extenderse por días, mientras que con robótica se acorta significativamente, lo que impacta en la eficiencia general del proyecto. Además, los registros obtenidos por los equipos pueden archivarse para comparación futura, favoreciendo el seguimiento del estado estructural a lo largo del tiempo.
Una de las aplicaciones más frecuentes se da en la revisión de cascos de barcos, sistemas de propulsión y válvulas submarinas. También son comunes las inspecciones en plataformas offshore de gas y petróleo, donde se controlan líneas de conducción, puntos de anclaje y estructuras de soporte. “En el ámbito portuario, las autoridades utilizan estas tecnologías para inspeccionar muelles, pilotes y defensas. En embalses y represas, los ROV permiten analizar compuertas, túneles de desvío y cámaras de carga, sin necesidad de vaciar las instalaciones”, agregan desde EONSEA.
Los avances tecnológicos también han permitido el desarrollo de drones submarinos compactos y de fácil transporte, lo que ha ampliado el acceso a estas herramientas por parte de pequeñas y medianas empresas. Esto ha generado una mayor demanda de técnicos capacitados en operación de estos sistemas, impulsando una nueva especialización en el área de mantenimiento industrial y marítimo.
Por otro lado, el uso de estos equipos también contribuye a reducir el impacto ambiental en zonas sensibles, ya que evita el uso de embarcaciones o maquinaria pesada para tareas de observación o registro. El despliegue de sistemas ligeros y de precisión minimiza alteraciones en los ecosistemas y permite obtener datos relevantes para estudios de impacto o conservación.
La importancia creciente de las inspecciones subacuáticas está relacionada con la necesidad de mantener bases físicas críticas en condiciones óptimas. Frente a escenarios de mayor exigencia climática y presión sobre los recursos hídricos, estas tecnologías permiten actuar con rapidez, eficacia y un grado de detalle antes inalcanzable. Su incorporación no solo mejora la seguridad operativa, sino que también fortalece la capacidad de anticipación y respuesta ante fallas estructurales. El camino hacia una gestión más responsable de las infraestructuras sumergidas pasa, cada vez más, por la integración inteligente de estas soluciones.