¿El placer tiene fecha de caducidad en la Costa del Sol?

¿El placer tiene fecha de caducidad en la Costa del Sol? Romance maduro bajo el sol eterno de Andalucía

Sexo en la vejez puede sonar a título de novela prohibida en una estantería olvidada, pero en la Costa del Sol, ese título se convierte en un capítulo vivo, cálido y cada vez más celebrado de la vida real. 💋☀️

Aquí, entre paseos marítimos con olor a sal y cenas junto a la playa bajo una luna impúdicamente luminosa, el erotismo de los años dorados no solo se tolera: se vive, se baila, se desea. Porque el sexo en la vejez no ha muerto ni mucho menos. Solo estaba tomando el sol.

El sexo no se jubila, se muda a la playa

Hace tiempo, cuando el único tabú era hablar del tabú, nadie quería imaginarse a sus abuelos haciendo algo más erótico que pelar una naranja. Pero eso cambió. O está cambiando. La Costa del Sol, ese edén malagueño de luz interminable y temperatura optimista, ha emergido como un paraíso inesperado del romance maduro. No solo por su clima o su mar, sino por algo menos tangible: la libertad.

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“El sexo no tiene por qué jubilarse”, dijo el sexólogo Santiago Frago, y no fue en broma. Lo dijo en un congreso en Málaga, ante un auditorio que seguramente incluía más canas que barbas hipsters. La frase sonó como un brindis por la vida bien vivida y el placer sin culpa. Aquí, la tercera edad no significa el final del deseo, sino el momento en que el deseo empieza a saber mejor.

Pero también, claro, no todo es vino y besos. Hay un enemigo silencioso que aún ronda las camas de los mayores: el analfabetismo sexológico. Así lo llama la psicóloga Patricia Hidalgo, quien imparte talleres donde se habla, por fin, de “eso”. De lo que se siente, se desea, se teme y se goza en la vejez, sin rodeos ni eufemismos. Sin cursilerías, pero con ternura.

“El amor en la vejez tiene menos prisa y más verdad”

“Si se dependiera menos de la penetración y más de las caricias, no habría problema”, dicen los expertos. Y no es una metáfora, aunque suene poética. Es anatomía emocional. Cuando los cuerpos ya no tienen la misma urgencia, las manos, las palabras y las miradas recuperan su protagonismo. Se vuelve al origen, a lo que siempre debió importar.

Lo curioso es que muchas personas mayores descubren —o redescubren— su mejor vida sexual cuando el mundo asume que ya no tienen ninguna. La sexóloga Joan Price, que bien podría ser la gurú californiana del sexo con canas, lo explica sin pudor: “Conozco a adultos mayores que dicen que ahora tienen el mejor sexo de sus vidas porque dejaron atrás la rigidez de lo que ‘se supone’ que es el sexo”.

Pero también hay algo más que deseo. Hay una necesidad de conexión. Y en eso, la Costa del Sol tiene algo que el resto del mundo envidia: facilidad.

El clima del amor no baja de los 20 grados

Mientras en otras ciudades el frío social y meteorológico impone sus normas, aquí la cosa fluye. El sol hace de celestina y el mar pone la música de fondo. Las playas de Málaga, especialmente la Malagueta, se han convertido en escenarios discretos y propicios para la química lenta, esa que se cuece a fuego lento y no necesita aplicaciones móviles para encenderse.

Pero tampoco seamos ingenuos: la tecnología también ha llegado al amor maduro. Aplicaciones como SeniorMatch y Mingle2 han hecho lo impensable hace unos años. Ya no se liga solo en la plaza del pueblo ni en la farmacia del barrio. Ahora se flirtea en línea, se envían emoticonos con segundas intenciones y se queda para una cata de vinos o una tarde de senderismo.

¿Y por qué no? El cuerpo envejece, sí, pero el algoritmo sigue siendo joven.

“La Costa del Sol no es solo sol, es fuego”

La infraestructura ayuda. Hoteles solo para adultos como el MB Boutique o el H10 Andalucía cuidan cada detalle para que el descanso no sea sinónimo de aburrimiento. Son templos del confort con guiños sensuales: luces tenues, jacuzzis discretos, desayunos perezosos. Lugares donde la soledad no duele y donde compartir habitación puede ser una invitación, no una carga.

Y no hablemos solo de camas. Los bares, los paseos, las plazas y hasta los mercadillos de Fuengirola o Ronda se han convertido en espacios donde los encuentros suceden sin planearse, donde los viudos se animan a reír otra vez y donde los divorciados olvidan por un momento que el amor puede doler.

“Las discotecas están muriendo”, dicen algunos. Y quizás sea cierto. Pero los bares con música suave y los restaurantes con velas están más vivos que nunca. ¿Quién necesita bailar hasta las tres de la mañana si puede compartir una botella de tinto mientras suena bolero en vivo?

“El placer es una costumbre que no se olvida”

A veces, el problema no es el deseo, sino los miedos que lo cercan. Miedo a no rendir, a no gustar, a compararse con un cuerpo que ya no es el de antes. Pero ¿quién dijo que el deseo era un concurso?

“Cuando eres joven, el sexo es inmediato. En la vejez, es más íntimo”, dice Patricia Hidalgo. Y tiene razón. El cuerpo cambia, claro. Pero también cambia el corazón, que aprende a valorar los silencios, los besos sin prisa, el calor de una mano que aprieta la tuya justo cuando hace falta.

Pero también hay desafíos. La disfunción eréctil, la pérdida de libido, los celos, el miedo al rechazo… son reales. Y sin embargo, tienen remedio. Con diálogo, con humor, con menos pornografía mental y más humanidad. Con menos exigencia y más ternura. A veces, el amor se parece más a una conversación en la penumbra que a una escena de película.

“La vejez no es un adiós al sexo, sino un hola distinto”

“Donde hubo fuego, puede haber brasas… y braseros”

“El mar no pregunta la edad del que lo contempla”

En la Costa del Sol, la sexualidad en la vejez se vive con naturalidad, pero también con cierto descaro elegante. Nadie pide permiso para sentir. Nadie debería.

Y cuando la sociedad intenta cerrar la puerta del deseo a cal y canto, este se cuela por la ventana, con gafas de sol y ganas de paseo. Porque al final, todos queremos lo mismo: ser vistos, tocados, amados. Ya sea en una cala escondida de Nerja o en una mesa para dos en Torremolinos.

Entonces, la pregunta no es si los mayores tienen sexo. La pregunta es: ¿cómo no iban a tenerlo, si están más vivos que nunca?

¿Y tú? ¿Te atreverías a enamorarte después de los 60, con la sal en los labios y el alma más ligera que nunca?

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