Elegancia Costa del Sol, un evento que parece sacado de otra época


Estamos en septiembre de 2025, en la Costa del Sol, donde el mar todavía guarda el calor del verano y la brisa nocturna huele a gasolina antigua y perfumes caros. Aquí se celebra el Concurso de Elegancia Costa del Sol 2025, un evento que parece sacado de otra época y, sin embargo, se vive en tiempo presente. La palabra clave resuena: concurso de elegancia. Porque no se trata solo de coches, sino de una puesta en escena que mezcla historia, vanidad, belleza y un poco de teatralidad.

Me acerco con la curiosidad de un niño frente a un escaparate iluminado: ¿qué sentido tiene reunir máquinas que ya no corren, vestidos que parecen de cine y personajes que parecen no haber pisado nunca un taller? La respuesta está en el aire, entre risas contenidas y motores que suenan como gargantas roncas.

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¿Por qué un concurso de elegancia sigue atrapando?

Cuando los coches se convierten en memoria viva y espectáculo social

Hace tiempo, los automóviles eran símbolo de conquista: conquistar la carretera, la mirada del vecino o la página central de una revista. Hoy, en la Costa del Sol, vuelven a hacerlo. El Concurso de Elegancia Costa del Sol 2025 recupera esa esencia de exhibición, de decir “mira lo que tengo” pero con un barniz cultural. Aquí no se negocia velocidad ni potencia, se mide la armonía entre carrocería y contexto, como si cada modelo fuera un personaje de novela.

Camino entre Rolls-Royce, Bugatti, Mercedes y algún que otro descapotable inglés que huele a cuero viejo. Y me descubro pensando que estos coches son como abuelos excéntricos: cuentan historias, guardan secretos y exigen que se les escuche con respeto.

“Un coche de concurso no se conduce, se interpreta”, me dice un coleccionista con sombrero de ala ancha. Y no le falta razón.


La Costa del Sol como escenario teatral

La elección del lugar no es casual. Marbella y su entorno siempre han funcionado como escaparate de lujos, una especie de platea mediterránea donde los espectadores esperan glamour a cada esquina. La puesta en escena del Concurso de Elegancia Costa del Sol 2025 refuerza esa idea: jardines impecables, hoteles que parecen castillos y un ambiente donde el calor humano se mezcla con el brillo metálico de los coches.

Aquí, cada automóvil desfila como si fuera una modelo en una pasarela silenciosa. La diferencia es que, en lugar de mirar zapatos o bolsos, uno se fija en parrillas cromadas, faros redondos y tapicerías que tardaron meses en restaurarse.


Más que coches: un ritual social

Lo curioso de este concurso es que el automóvil no está solo. Hay vestidos de época, sombreros imposibles, copas de champán y conversaciones que suenan más a crónica rosa que a manual de mecánica. Es, en el fondo, un ritual social: el coche funciona como excusa para reunir a una élite que busca ser vista tanto como ver.

“Aquí lo que importa es quién está al volante, no tanto qué conduce”, escucho al pasar junto a un grupo de asistentes que observan un Bentley como si fuese un diamante.

Me río por dentro: es cierto, algunos de estos coches parecen más joyas que máquinas. Y, como toda joya, requieren de un contexto adecuado para brillar.


La parte invisible: esfuerzo y obsesión

Lo que no se ve desde fuera es el trabajo obsesivo detrás de cada modelo expuesto. Pulidos que duran días, tapicerías rehechas a mano, motores que se encienden solo en ocasiones contadas. El concurso premia la armonía estética, sí, pero también la fidelidad histórica, el detalle minucioso, la paciencia infinita de quienes dedican más horas que un autónomo a que un coche parezca recién salido del concesionario… hace ochenta años.

“Si no te obsesionas, no llegas ni a semifinales”, reconoce un restaurador. Y yo pienso que esa obsesión es lo que mantiene vivo el espíritu del concurso de elegancia, más allá de la postal de lujo que todos ven.


La ironía de la modernidad

Mientras observo un Jaguar plateado de los años 50, no puedo evitar pensar en la contradicción: estos concursos celebran el pasado en plena era del coche eléctrico, el coche autónomo y la conectividad total. La Costa del Sol, con su mar y su sol de fondo, se convierte en un espacio donde la nostalgia se enfrenta al futuro.

“Los coches del mañana no olerán a nada”, suelta un veterano coleccionista, y me deja clavado en el sitio. Porque tiene razón: parte del encanto de estos modelos está en el olor a gasolina, en el sonido imperfecto del motor, en esa vibración que te recuerda que domas una bestia, no un electrodoméstico.


Entre mito y espectáculo

Lo fascinante del Concurso de Elegancia Costa del Sol 2025 no es solo lo que muestra, sino lo que insinúa. Cada coche es un relato en sí mismo: la velocidad prohibida de los años 30, la aristocracia de los 50, la rebeldía de los 70. La gente viene a verlos como quien visita un museo, pero con la diferencia de que aquí todo respira y, de vez en cuando, ruge.

“La elegancia no envejece, solo cambia de carrocería”. Lo escribo en mi libreta mientras un Hispano-Suiza avanza lentamente, como si supiera que todos los ojos están puestos en él.


Reflexión de Johnny Zuri

“El concurso de elegancia es como un espejo retrovisor: te muestra el pasado, pero te obliga a mirar hacia delante.”


El valor oculto de estos encuentros

Más allá del lujo y las fotos para Instagram, este tipo de concursos cumplen otra función: mantener viva la memoria automovilística. Sin ellos, muchos de estos modelos acabarían olvidados, oxidados en garajes anónimos. Aquí, en cambio, se les da un escenario y un público. Y eso, de algún modo, es justicia histórica.

No es casual que grandes marcas apoyen estos eventos: también para ellas es un recordatorio de lo que fueron y de lo que quieren seguir transmitiendo. Un coche de hoy no se entiende sin sus antepasados.


La pregunta incómoda

Pero, claro, hay quien se pregunta: ¿no es todo esto una frivolidad? ¿Un desfile para ricos aburridos? Puede ser. Sin embargo, mientras un Alfa Romeo antiguo arranca con un rugido ronco, me parece evidente que este concurso no es solo para ellos. Es para cualquiera que alguna vez haya sentido un escalofrío al ver un coche hermoso.

“El motor también late como un corazón humano”, recuerdo de una frase leída en un viejo libro de carretera. Y sí, quizá sea cursi, pero aquí, en la Costa del Sol, esa frase cobra sentido.


¿Y ahora qué?

El Concurso de Elegancia Costa del Sol 2025 termina con aplausos discretos y copas levantadas. Los coches se guardan otra vez en garajes blindados, como tesoros que solo salen a la luz en ocasiones contadas. Pero queda la pregunta flotando: ¿qué será de estos certámenes en un futuro dominado por coches silenciosos, sin alma, sin huella?

Tal vez sobrevivan porque representan algo más que un motor: representan la obsesión humana por la belleza, la memoria y la libertad de movimiento. Y eso, por más que cambien las tecnologías, siempre tendrá público.


“La elegancia se mide en miradas sostenidas, no en kilómetros por hora.”

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